Aunque sepas los caminos
Relato de Carlo De Amicis
– 1 – «Me llamo Fede»
Luis se pone en marcha antes de que amanezca. Ha descansado en el albergue de peregrinos de Castro del Río y el camino que tiene andar para llegar a Córdoba es muy largo, unos 44 kilómetros. Emprende esta etapa del Camino Mozárabe de Santiago con una mezcla de alegría y de miedo. Sabe que allí ella lo está esperando.

A la salida del pueblo ve a un hombre sentado en un banco. Es de piel morena olivácea, su frente es ancha con un curioso mechón colgando en ella. Está tocando música flamenca con su guitarra y lo hace con gran maestría.
«Me gusta como tocas – le dice al guitarrista – me encanta y me sorprende verte aquí solo y a una hora tan insólita haciendo una música tan hermosa para las calles desiertas de este pueblo»
El músico callejero se detiene, coge la botella de Jerez que está delante de él y bebe un buen trago.
«Qué maravilla de vino, amigo, bebe un trago tú también que te espera un camino muy largo antes de llegar a Córdoba»
Luis coge la botella y bebe.
«Realmente bueno este Jerez. Pero me tienes que decir cómo sabes que me dirijo a Córdoba»
«Es muy sencillo. He visto la concha que tienes colgando de la mochila. La de los peregrinos que van a Santiago. Y desde este pueblo el camino mozárabe sigue para Córdoba. Y he de decirte algo muy importante, peregrino».
«¿Qué es lo que me tienes que decir?».
«Que aunque sepas los caminos, tú nunca llegarás a Córdoba».
A continuación se pone a cantar
«Limpiaba el agua del río Como la estrella de la mañana Limpiaba el cariño mío El manantial de tu fuente clara Ay como el agua, ay como el agua, ay como el agua …..»
Luis lo escucha admirado y pensativo. Esa frase tan enigmática y la magia del flamenco luchan para hacerse dueñas de su mente.
Como inevitable, es la música la que gana la batalla. Luis escucha extasiado, atrapado por ese sonido que penetra en él.
Al cabo de un tiempo, el hombre se levanta.
«Tengo que irme, amigo. ¿Sabes que me caes bien? Yo me llamo Fede, ¿y tú?»
«Yo Luis, y la verdad que es un placer conocerte, Fede. Toca una última canción»
«De acuerdo, Luis»
Fede se pone a tocar una hermosa música flamenca cantando.
«Córdoba lejana y sola
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja….»
Esa versión flamenca de la «Canción del jinete» de García Lorca conmueve a Luis y le saltan unas lágrimas. Es una persona muy sensible y la belleza, en cualquiera de sus formas puede conmoverlo con una intensidad que se aproxima al éxtasis.
«Córdoba, lejana y solas
Córdoba, lejana y sola»
Son los versos que terminan esa hermosa canción, los mismos con los que había empezado; vivir es así, pensó Luis, cerrar ese hermoso círculo que empieza cuando nacemos, y que se cierra cuando la muerte viene a por nosotros. Esa misma muerte que espera al jinete antes de que llegue a Córdoba, por lo menos así presiente él.
«Lorca, un poeta inmenso – reflexiona Luis— debo incluir sus versos y su teatro en mi lista de ‘cosas que hacen que la vida merezca la pena’, es una lista muy larga ya, que son muchas las maravillas que la vida nos regala. Con todo, Lorca merece un lugar destacado».
«Gracias Fede – dice Luis abrazándolo»
«Ultreia Luis, peregrino de la vida»
A Luis le encanta que su nuevo amigo se despida de él con el saludo que utilizaban los peregrinos medievales a lo largo del Camino de Santiago. Se corresponde al significado de ‘vamos más allá‘, ‘vamos adelante‘.
«Et suseia Fede» contesta, él, con otro saludo de los peregrinos que significa “y más arriba«. Luis se pone en marcha.
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– 2 – «¡Ay qué camino tan largo!»
Luis disfruta recorriendo los primeros kilómetros de la etapa.
Sabe que es una ruta muy exigente, más de 40 kilómetros. Serán más de diez horas en movimiento. Si se le añaden los tiempos de los descansos que tendrá que hacer, llegará a Córdoba anocheciendo.

Lo que más le gusta es un breve, pero hermoso tramo de camino cubierto de hierba y flores de miles de colores.
Físicamente, no se encuentra nada bien, «creo que me voy a poner malo, pero llegaré a Córdoba», ella me espera y no pienso fallarle.
Después de aproximadamente dos horas de marcha, se detiene debajo de un árbol
«Este es un buen lugar para un breve descanso.»
Luis se descalza, se sienta y empieza a saborear una clementina que le sabe a gloria.
Es muy agradable descansar a la sombra de ese árbol tan frondoso.
Se percata de que alguien ha escrito con una navaja en su corteza.
«Luis, te estaré mirando desde las torres de Córdoba».
«Lo sé – piensa él –, sé muy bien que tú me esperas. Hace mucho tiempo que deseo conocerte en persona. Muchos me han hablado de ti y llevamos años conversando a distancia. Ha llegado el momento de abrazarte. Antes de que llegue la noche».
Luis va caminando por esos hermosos paisajes entre cereales y girasoles, ruinas de épocas romanas y la soledad de una campiña sin fin.
«Me parece que estoy mejor, quizás el descanso, quizás las clementinas … me siento con fuerza y con ganas de comerme el mundo»
Sigue caminando. Paso tras paso, avanza. Córdoba le espera, ella le espera. De repente se encuentra un punto en el camino que lo obliga a descalzarse para vadear un río de agua estancada. Lo hace después de buscar, en vano, otra forma de pasar al otro lado de ese riachuelo. En el intento sólo consigue arañar sus piernas en unas zarzas.
«Esto me pasa por llevar pantalón corto»
Mientras, descalzo, cruza el río, llega una una joven pareja montada en un quad que atraviesa ese curso de agua a toda velocidad salpicándole.
Llegado al otro lado, Luis se seca como puede, no sin antes acordarse de las madres y de todos los difuntos de esos dos jóvenes.
De unos de los bolsillos de su mochila, saca unas aceitunas.
«Me vendrán bien, hay que reponer energías….»
De repente siente un pequeño dolor en la zona abdominal. Se acaricia el vientre con la mano derecha. El dolor va aumentando paulatinamente hasta convertirse en auténticos retortijones que le hacen retorcerse.
Le saltan unas lágrimas y se tumba en el suelo.
«Otra vez una crisis de colon irritable, y aquí en el medio de la nada, sin nadie a mi lado. Y ella esperándome en Córdoba …»
Pasa bastante tiempo antes de que el dolor disminuya
«Levántate, Luis, ponte en marcha. Camino a Córdoba, otra vez.»
Caminando despacio y apretando los dientes para aguantar el dolor, piensa en Beatriz. Fue una bonita historia de amor, la más importante de su vida.
«¿Por qué se acabó algo tan hermoso? ¿Cuál sería mi o nuestro error? Nunca creí que nos pasaría a nosotros. Supimos superar muchos obstáculos.»
La tristeza y el dolor hacen mella en él y rompe a llorar. Llora durante un tiempo, después se sacude
«Basta Luis, basta de conmiserarte, lo que fue fue y los recuerdos bonitos no te lo pueden robar.
¿Te preguntas dónde estuvo vuestro error, querido Luis?»
Se pone a cantar
«Dónde está nuestro error sin solución fuiste tu el culpable o lo fui yo ni tú ni nadie puede cambiarme mil campanas suenan en mi corazón
qué difícil es pedir perdón
ni tú ni nadie nadie puede cambiarme»
Ríe con una carcajada muy estruendosa, luego levanta los brazos hacia cielo
«Córdoba, que voy – grita— con risas o con lágrimas voy»
Retoma el camino, cojeando avanza. No sabe cómo, pero avanza, sin fuerza, avanza, sin poder caminar, camina. Siente un sabor muy amargo en su boca.
Se hace de noche y sigue caminando. De vez en cuando se detiene. Casi no le queda fuerza, la visión se le hace borrosa, pero a lo lejos vislumbra las luces de una ciudad.
«¡Córdoba! Ahí está Luis, sólo un esfuerzo más para llegar al final de tu viaje»
El dolor es cada vez más intenso y además con ese sabor asqueroso en su boca.
Luis se cae, pero se levanta. Con un gran esfuerzo se levanta.
Mientras avanza por el sendero ve que ella está allí esperándolo.
La negra señora camina hacia él.
«Pensé que no llegarías – dice ella apoyando la guadaña a un árbol – coge mi mano y sígueme».
Luis la mira. Ella tiene el rostro y la mirada de Beatriz. Coge su mano con confianza y juntos entran en un túnel, al final del túnel una gran luz y personas esperándolo.
Luis siente que alguien coge su otra mano, mira para ver quién es.

«¿Tú aquí Fede?»
«Sí, yo. — contesta —Bienvenido Luis. Por cierto, ¿Cómo quieres que te entierren?»
«¿Tú me preguntas a mí cómo quiero que me entierren, Federico? Pero si lo sabes muy bien»
Luis suelta un momento las manos de sus acompañantes y se pone a hacer palmas cantando
«Cuando yo me muera,
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!»
Luis vuelve a coger sus manos y camina expeditamente hacia la luz, lo hace sonriendo
En la gran pantalla pasan los créditos y se escucha una guitarra flamenca acompañando una bonita versión de Canción de Jinete, de Federico García Lorca
«Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay, que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola»
Paolo y Francesca, cogidos de la mano, se miran a la cara.
«Qué película más rara – dice ella – pero, me ha gustado»
«No sé qué decirte – contesta Paolo— indudablemente es una película que no te deja indiferente, que te obliga a pensar. Me alegro de haber venido».
«Yo también me alegro, Paolo. Ir al cine contigo es algo que siempre disfruto mucho —dice Francesca— ¿Qué te parece si vamos a casa a celebrar la vida?»
«¿Así se dice ahora? ¡Vamos a ‘celebrar‘ entonces ja ja ja y a cuidar nuestro amor!»
«Vamos»
Salen de la sala y, siempre cogiéndose de la mano, corren hacia su coche, un viejo Renault 4 muy bien conservado.
Paolo arranca el coche. Se le ve muy feliz, feliz y enamorado, los dos están muy enamorados. Ella lo mira
«¡te quiero Paolo!»
«Yo te quiero más, Francesca. Te quiero a reventar. Te amo y te deseo con locura»
«Yo también te deseo, le susurra ella, poniendo su mano en el muslo de él para acariciarlo»
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Wuauuuu me encanta todo lo que escribes eres un poeta de la vida,desbordas cosas bonitas y buenas gracias por compartir💋
Gracias Rosa