Era un caluroso día de verano cuando la señora Lucía vio el pequeño Luis mirar expectante, casi embobado, el gran olmo que de estaba delante de su casa. Se le acercó y le preguntó qué era lo que estaba pasando.
«Me encanta este árbol – dijo el pequeño – acabo de pedirle un deseo y se que que lo va a cumplir».
«¿Qué deseo es» – preguntó Lucía sonriendo
«A mi árbol acabo de pedirle que cada año, cuando llegue la época, se les llenen los ramos de peras, que es mi fruta favorita, me encanta comer peras con queso»
La mujer no pudo contener las risas, no quería ofender al chiquillo, pero cómo se puede pedir similar deseo.
«Todo el mundo lo sabe, Luis, no se le pueden pedir peras al olmo»
Pero, Luisito no le hizo caso y cada día, pasando delante del Olmo, lo miraba: ¿habrían salido ya sus deseadas peras?
Pero nada, y eso le entristecía, aunque durante un tiempo siguió manteniendo la esperanza.
El tiempo pasaba y, poco a poco, la esperanza se fue convirtiendo en rabia. «Será idiota este árbol – pensaba el niño -, a veces pienso que me tiene manía: empiezo a detestarlo, se que si sólo quisiera podría regalarme peras jugosas, pero me quiere cabrear, maldito olmo».
Cada día los mayores del barrio se sentaban a la sombra de la planta, disfrutando de su sombra refrescante, pero de peras nada.
Los niños disfrutaban al trepar por esas ramas tan fuertes, los pájaros revoloteaban cantando alegremente y ponían sus nidos en ese árbol tan hermoso, pero a Luis sólo importaban las dichosas peras, que no aparecían.
Luis estaba cada día más amargado, no entendía por qué, por qué ese árbol no cumplía sus deseos, y en algún momento llegó hasta a desear que un rayo hiciera arder ese árbol rebelde. Afortunadamente recapacitaba, porque a él ese árbol, a pesar de todo, le seguía gustando mucho.
Cuánta vida había en ese árbol mágico, los poetas lo cantaban, y era debajo de sus frondas donde muchos enamorados se daban sus primeros besos de amor.
Hasta que un día vio que en su barrió abría una nueva frutería, se acerco y mirando el rotulo sintió como una repentina sacudida: el rótulo ponía «Mario Del Olmo – Frutería»
Todo ahora le resultaba claro, las peras se piden a Del Olmo, así que entró en la tienda y se gastó el poco dinero que llevaba en el bolsillo para comprar la más sabrosa de las peras; la mordió con fuerza, corrió hacia el olmo y junto con sus amigos, empezó a trepar por las ramas de su amado olmo: se sentía feliz.
Carlo De Amicis
10 thoughts on “Peras al olmo – Cuento de Carlo De Amicis”
Muy bonito Carlo y me lleva a pensar que…
Muchas veces confundimos nuestra demanda( lo que le pedimos a la vida) con nuestros deseos. En el relato… Peras? Cuando lo que deseaba parece ser era sólo la felicidad de trepar el árbol con los demás niños. Esta es la base de muchas auto-frustraciones.
Preciosa reflexión …… un abrazo de mucha luz ….. feliz camino a todos
Otro abrazo de luz, y gracias.
Carlo
Un cuento y una buena reflexión,. Maravilloso
Gracias Toñi, me alegro mucho de que te gustara.
Muy lindo cuento Carlo
Gracias Rocío, me alegra saber que te gusta.
Un abrazo
Carlo
La soluzione arriva sempre, anche se non sempre assume la forma che ci aspettiamo
Grazie Silvia, un gran abbracio
Carlo
Muy bonito Carlo y me lleva a pensar que…
Muchas veces confundimos nuestra demanda( lo que le pedimos a la vida) con nuestros deseos. En el relato… Peras? Cuando lo que deseaba parece ser era sólo la felicidad de trepar el árbol con los demás niños. Esta es la base de muchas auto-frustraciones.
Muchas gracias por tu aportación. Soco