El peregrino abre el sobre del azúcar y lentamente lo versa en el café con leche.
Tanto el café como el cruasán le sientan a gloria. Hoy se ha levantado antes de que la alarma sonara. Lo hizo intentando no hacer ruido. No quería molestar las personas con la que había compartido dormitorio en el albergue de peregrinos de O Pedrouzo.
Le espera la última etapa del Camino que ha empezado hace cuatro días en Sarria. Unos 20 kms y llegará a Santiago de Compostela. Ha salido a caminar antes del grupo; siente la necesidad de recorrer por lo menos una parte de ese tramo en solitario. Sabe que el camino le va a hablar y también sabe que el camino sólo habla susurrando. Por eso tiene que estar solo, para poder escuchar. Antes de ponerse en marcha, envía un mensaje a Monica y Luigi para avisarlos de ello. Se encontrarán más adelante en el camino.
Otra vez el peregrino Carlo se encuentra en una misión de Dios, como los Blues Brothers. Ha querido empezar esta nueva aventura sin expectativas. “Fluye con el camino y deja que te sorprenda – se dice a sí mismo— que cuando uno está en una misión de Dios puede confiar que, pase lo que pase en el camino va a ser bueno”.
Caminando observa la naturaleza que le rodea y las emociones lo sobrecogen. Aquello es tan hermoso que delata de forma inequívoca la existencia de un Dios amoroso.
Le apetece escuchar música, ya que tanto la naturaleza como la música le ayudan a conectar con la parte más profunda y auténtica de su ser. El peregrino enciende su reproductor MP4 y sigue caminando, sin prisa, buscando respuestas.
Es la noche de un sábado. Carlo está en casa de sus titos y reza incesantemente por su padre. “Papá está realmente muy mal – le había dicho su madre– No se sabe si saldrá de esta y es mejor que pases la noche en casa de tus tíos, acompañado por tus primos”. Carlo, que tiene 13 años, ignora que en realidad papá ha fallecido ya y que aquella historia que le han contado sólo servía para prepararlo poco a poco. Sólo al día siguiente le cuentan la verdad y se queda completamente atontado, desorientado, perdido, incrédulo. “Es mejor que no vengas al entierro – le dijo mamá— sensible como eres sufriría demasiado”. Él no fue. Miles de pensamiento se agolpan en su mente…
“E se davvero tu vuoivivere una vita luminosa e più fragrante Cancella col coraggioquellasupplicadagliocchi. Troppospesso la saggezzaè solamente la prudenzapiùstagnante E quasisempredietro la collinaèilsole” Es “la collinadeiciliegi”, la canción que está escuchando su primo Silvano lo que capta su atención sacándolo de sus pensamientos. Se trata de la cinta del último LP de Lucio Battisti un cantante que siempre le gustó mucho.
Se pone a escuchar esa cinta una y otra vez cautivado por esas canciones que tanto conectan con su sensibilidad.
El peregrino Carlo sigue caminando rodeado por árboles. “La collinadeiciliegi” es una canción que él escucha a menudo; sin embargo, es sólo hoy, al volver a escucharla, que se percata de que la primera vez que la escuchó fue en ocasión de aquel día tan triste. La música, como máquina del tiempo, lo ha hecho retroceder 50 años. Unas lágrimas mojan su rostro.
Mientras camina recuerda que en aquel periodo se enfadó con Dios y durante mucho tiempo se alejó de Él.
Necesitó muchos años y enamorarse para darse cuenta de que el Señor siempre había estado a su lado. Dios estaba en el apoyo que le brindaban su madre, su hermano, sus tíos y primos, en el cariño que recibía de sus amistades, también estaba en el sol que alumbraba sus días, en el canto de los pájaros, en el arcoíris, en las flores del campo, en las esculturas de Miguel Ángel, en los frescos de Giotto.
El peregrino Carlo reflexiona sobre todo ello, mientras Santiago está cada vez más cerca. “También a lo largo de este camino he percibido a Dios muy cerca de mí. — piensa – Me ha cuidado y mimado poniendo a mi lado personas muy especiales, ángeles sin alas con los que he compartido unas risas, unas comidas, un mismo esfuerzo y conversaciones muy interesantes”. Está con estos pensamientos cuando llega al Monte del Gozo desde donde puede divisar la majestuosa catedral de Santiago.
Los 115 kms de este camino están por terminar. En breve estará en la plaza de la catedral. Se volverá a reunir con aquellos ángeles sin alas que le han acompañado en estos días. Después cada uno volverá a su vida a sus quehaceres cotidianos, a su rutina. Pero, antes de despedirse, quedan momentos hermosos por compartir.
Cuando por fin se despiden, tristeza y alegría se mezclan en el alma de Carlo; la tristeza de la separación y la alegría de haber vivido todo aquello con personas especiales que seguirán ocupando un lugar en su corazón.
«Nos vemos en el camino, hermanos – piensa al alejarse – ojalá nos volvamos a ver. Pase lo que pase, siempre nos quedará Santiago, estas vivencias, estos momentos. Gracias, gracias y gracias»