El Código De Amicis (Relato fantástico de Carlo De Amicis)
Imagina un niño, pongamos que vive con su familia en una ciudad del norte de Italia. Podría tratarse de Padua, o Treviso, al fin y al cabo es una historia que podría pasar en Madrid, en Las Vegas o en Viena o donde sea, pero prefiero imaginar que esto ocurre en Verona.
Imagina este niño, unos siete u ocho años de edad mientras, con sus ojos verdes mira asombrado la belleza del mundo que le rodea con una sonrisa tan misteriosa como la de la Monna Lisa.
Porque hay algún misterio en él, no cabe la menor duda, el misterio de su mundo privado, su mundo fantástico, al que sólo tienen acceso los piratas y los duendes del bosque.
Este niño, cuyo nombre imaginamos que sea Carlo, pero podría llamarse Ferdinando o Renzo y nada cambiaría, este niño es lo que suele decirse un niño bastante tímido: entiende que en el mundo que le rodea hay unas convenciones sociales, un código implícito, que define las conductas más o menos apropiadas a cada contexto, las cosas que al decirlas te hacen quedar bien y las que te hacen quedar en ridículo. Carlo se queda observando a los demás, para ver si consigue descifrar el código misterioso, el Código De Amicis.
Se queda observando intentando pasar desapercibido.
Imagina un día de primavera y Carlo en un bonito parque; un parque vigilado y dirigido por una educadora del ayuntamiento. Hay muchos niños en el parque y pueden jugar con columpios, toboganes, una pista de bicicleta (hasta tiene semáforos), una caja de arena, y una pista para patinar que los niños utilizan para jugar al fútbol.
Imagina que a él, como a la mayoría de los niños, le encanta jugar al fútbol. Esos raros seres que se llaman niñas prefieren juegos tan raros como la comba o la rayuela, pero a Carlo le gusta el fútbol, aunque su destreza en este deporte es muy escasa.
Imagina conmigo que en un determinado momento los niños deciden hacer un partidillo de fútbol; el primero que mete diez goles gana.
De formar los equipos se encargan los dos que tienen fama de ser los más habilidosos.
«Ojalá me escoja uno de ellos y pueda jugar – piensa nuestro Carlo – que me encanta jugar. Aunque me cueste controlar la pelota y de regatear ni hablar»
Se siente muy nervioso, sabe que casi nunca lo escoge nadie y eso le duele, le entristece, le da rabia.
Imagina que los capitanes echan a «pares o nones» quién empieza a escoger; el que gana escoge un niño, después le toca al otro, y así se van turnando hasta formar los dos equipos.
Carlo mira esperanzado al principio, y temeroso después como procede la selección.
Cuando el proceso se acaba se siente muy triste y decepcionado, excluido de la posibilidad de compartir ese juego con los demás. ¿Puedes imaginar cómo se siente? Tiene que ser una sensación muy dolorosa para un niño que sólo querría ser uno más del grupo.
A mi me cuesta muy poco imaginarlo, casi como si esto me hubiera pasado en mi infancia.
Pero puedo imaginar algo más ¿Quieres imaginarlo conmigo?
Yo imagino que el pequeño Carlo sabe que hay vida más allá del fútbol, más allá de los demás niños, más allá del rechazo.
Al fin y al cabo en su familia le quieren y le apoyan, tal vez no le entienden como le gustaría, pero el amor que recibe allí es mucho.
Y sobre todo tiene un mundo maravilloso para disfrutar, excavando túneles en la arena, tirándose por los toboganes, pedaleando en bicicleta. ¡Cuántas cosas maravillosas puede ser incluso en soledad!
Además, nunca se siente realmente solo, siempre tiene con él piratas, vaqueros, jefes indios y duendes que nunca le dejan ponerse triste.
También imagino a este niño dentro de unos años; lo imagino frágil, pero con mucha fuerza. Ha aprendido ya a lidiar con su timidez, a expresar sus deseos y a defender sus ideas. Tal vez porque por fin descifró el dichoso Código De Amicis.
Lo imagino sensible y atento a las personas que nadie ve, las que nadie quiere, las que son rechazadas.
Sin hacerse notar mucho, trata de ayudarlas, de que se sientan menos desamparadas. Siente que es lo que tiene que hacer y que es muy triste ver cuántas personas se quedan al margen.
También siente compasión hacia las personas excluyentes: distraídas por cantos de sirenas, no se dan cuenta de que se están perdiendo lo más hermoso de la vida, que es regalar una sonrisa y un abrazo.
Imagino que este niño que ha crecido se siente feliz al constatar que en este pequeño planeta hay más personas que hablan con duendes y piratas y que están muy pendientes de los que los demás dejan atrás.
Una última cosa imagino, la puedo ver: veo a nuestro amigo Carlo tumbado en su cama en una noche de invierno narrando su experiencia como si fuera un relato.
¡Cuánta imaginación tengo!
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Carlo De Amicis
Psicólogo
Waaaauuuu…me he emocionado!!!
Felicidades por tan bello y didáctico mensaje, por mostrarnos tu maravillosa imaginación jiji… Por mostrarnos que hay más mundo tras el mundo que un día pudo encadenarnos a la tristeza y a la frustración.
Muchas gracias, amado amigo. TVB
Bonito cuento. Imagino a Carlo en los alpes italianos viviendo una infancia feliz rodeado de frondosos bosques y ríos del deshielo de las altas montañas. Con una infancia así es un regalo soñar.
Enhorabuena.
Grazie Luce
Wonderful Carlo
Let it be red, and let it be yellow And the unrepeatability
To enter the circle
To be warm, and also to be cold
To open like a rose
Soft, like a butterfly yellow
And high, high, all the way to joy
Which will make sounds
Which deletes itself if not read
And he will talk if you ask him Where did he come from and where will he go