Para volar muy alto, para volar muy lejos, para volar su vuelo.
Vienen con alas: con alas y un pan bajo el brazo. Alas como de ángeles, alas de halcón
Tus alas no son sus alas, sus sueños no son tus sueños. Los entiendas o no, son sus sueños.
Y que ellos los entiendan o no, son tus sueños.
Vienen con alas, con alas diminutas que aún no pueden volar: vienen y los acompañas en el principio de su vuelo.
Le ofreces lo mejor de ti, y los proteges en los días de tormenta. Sin que se note demasiado, los vigilas, ya que hay peligros en este lindo mundo.
Sientes miedo, miedo a que sufran, miedo a que lloren. A veces quieres llevarlos a cuestas, volar tú por ellos hacia un nido cálido, un nido seguro.
A veces quieres llorar tú, para que no lloren ellos. A veces lloras a escondidas, para que no te vean.
Confía, por favor, confía en la fuerza de sus alas. Regálales confianza y volarán más allá de la muerte, más allá del miedo, más allá de las derrotas.
Sólo le pertenece a ellos lo que es de ellos. Sólo les pertenecen a ellos sus lágrimas y sus risas. Sólo a ellos les corresponde decidir su vida.
Sólo a ti te corresponde la alegría de haberles acompañado cuando sus alas no volaban aún, de contarles cuentos al anochecer, cogidos de la mano. Sólo a ti te corresponde la paz que sientes al decirte «misión cumplida, mira lo alto que vuelan».
Y al pensarlo soy feliz, y siento que mis alas aún tienen fuerzas, que aún puedo volar. Y volaré más allá del infinito, más allá de toda duda. Volaré, volaré, volaré.
Y mientras vuelo hacia lo desconocido, no dejo de sonreír, pensando en lo alto que vuelan ellos.