Relato de Carlo De Amicis (inspirado en una conversación con una querida amiga).
– Sabes Carlo, me transmites una sensación de paz, tranquilidad y fuerza interior. ¿Qué haces cuando te sientes triste?
– No creas, Marisa, yo también a veces lloro y me siento triste, como si nada, absolutamente nada, tuviera sentido. Momentos en los que me arrepiento de haber nacido.
-No me digas, Carlo. Te sentía tan fuerte, casi indestructible
– Soy frágil, humanamente frágil y por momentos tengo la tentación de tirar la toalla, de rendirme, pero luego …
– ¿Pero luego?
– Pero luego salgo y voy a andar. ¿Sabes? Voy a caminar justo donde el sol me guiña el ojo, donde los pájaros cantan a coro para mí, justo donde el viento acaricia mi piel y así la alegría vuelve a visitarme. Basta con encender una pequeña vela, una pequeña vela y la oscuridad se disipa. Siento el universo vibrar dentro de mí, por eso doy gracias al sol para calentarme, a la lluvia para lavar mis heridas, doy gracias a las nubes, a las flores y a los pájaros. Gracias dulces derrotas que me ayudáis en el camino de la humildad, gracias a ti amarga tristeza por ayudarme a comprender a los que sufren, gracias suave memoria por ayudarme a recordar a las personas que amaba y aún amo, gracias a ti también tierno olvido que me permites borrar las ofensas.
– Suena como un sentimiento de máxima esperanza.
-Esperanza y alegría: mi corazón danza al ritmo de las galaxias y mi alma vuela alto: aunque sean momentos cortos, vuela. Y Gracias a ti también Marisa, por ser parte de mi vida: gracias, gracias y gracias.
-Gracias a ti Carlo, muchas gracias. Mi corazón quiere bailar con el tuyo y mi alma volar contigo.