«Hoy es un buen día para morir»: con esta frase ,según cuentan, el jefe de Sioux, Tasunka Witko (Caballo Loco o Crazy Horse) lanzaba a la batalla a sus bravos contra los “wasichus” (hombres blancos).
«Hoy es una buena noche para morir» he pensado esta noche, escuchando el concierto de Amaral en Benalmádena.
En algunos momentos del concierto he sentido unas emociones tan intensas que me han saltado lágrimas, pero no eran «lágrimas negras» de tristeza, sino lágrimas de esa alegría que experimento cuando siento «el universo dentro mí». Es una sensación que siento ante la belleza: la belleza de una obra de arte perfecta, de una música que sabe penetrarme en lo más hondo del corazón, de la naturaleza salvaje, o de un abrazo auténtico.
Se trata de unas emociones tán intensas… sensaciones increíbles que me sacuden y me trasladan a algún lugar fuera del tiempo durante unos instantes muy breves pero inolvidables.
El concierto de hoy es uno de esos momentos, la manera en la que Eva y Juan han interpretado unas canciones maravillosas me ha sobrecogido.
No recuerdo de que me pasara algo parecido en ningún otro concierto. Recuerdo que en un momento del concierto he pensado «Amaral ¿acaso quieres matarme suscitando en mí emociones tan intensas?»
Pero a continuación he pensado: «Bueno, creo que hoy es una buena noche para morir».
No quisiera morirme nunca, pero cuando tenga que ser, sería fantástico que ocurriera en uno de esos momentos de conexión con el universo, con el infinito, con el ser, conmigo mismo.