Profecías y profetas en el tercer milenio. Ante una profecía, nunca es fácil saber cómo actuar correctamente. Es posible que el profeta acierte o esté equivocado.
«Con falsas profecías nos pueden manipular»
Por un lado, tenemos a Cassandra que, según la mitología, recibió el don de profecía y a la vez la maldición de que nadie le creería nunca. Cuando Cassandra profetizó que el caballo de Troya supondría la ruina para su ciudad, no le creyeron. Todos sabemos cómo acabó la cosa: Troya saqueada y destruida por los guerreros aqueos guiados por Ulises.
Por el otro lado, tenemos a Edipo. A Edipo el oráculo le profetizó que mataría a su padre y se casaría con su madre. Para evitar su suerte, se exilió de Corinto y, durante el exilio, mató a alguien en el cruce de tres caminos. La persona a la que mató era en realidad Layo, el Rey de Tebas. Edipo desconocía que Layo era su verdadero padre y que Pólibo, al que creía ser su padre, le había adoptado en su infancia. Edipo posteriormente se casó con Yacasta, la reina de Tebas, ignorando que era su madre.
Si Edipo no hubiera recibido la profecía, esta nunca se hubiera hecho realidad: a pesar de que él creía que alejándose de su casa nunca pasarían aquellos hechos tan terribles, fue exactamente el alejarse de su casa lo que los hizo posible. Un clásico caso de profecía que se autocumple.
¿Cómo actuar ante una profecía? Si la ignoro, es decir si no escucho a Cassandra, eso puede suponer mi ruina, pero tal vez la verdadera ruina vendrá del haber escuchado al «oráculo» y haber modificado mi conducta como Edipo.
Recetas milagrosas no las hay (y si las hay no las tengo yo), pero lo que tenemos es un cerebro y esforzarnos para utilizarlo bien es lo mejor podamos hacer para reducir el número y la gravedad de nuestros errores. Ante una profecía, tenemos que ser prudentes y comprobar si tiene o no algún fundamento. El fundamento no puede ser solamente «lo escuché en la tele» o «lo ha dicho fulano» (menos aún si la fama de Fulano poco tiene que ver con la materia sobre la que profetiza). Incluso en el caso que Fulano sea un gran experto sobre el tema y yo un completo ignorante, será prudente que yo compruebe que opinan de su profecía Mengano y Zutano que también son expertos reconocidos. Asimismo, ojo con cuando escuchamos a un conocido nuestro decirnos «he oído que Fulano, el famoso experto, ha afirmado que …»: es posible que mi conocido malinterpretara las palabras del experto o el contexto en el que lo dijo. Hasta es posible que Fulano nunca hablara sobre el tema.
En una de sus hermosas canciones Serrat dice «Uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer un tipo que un día fue feliz«. ¡Quien sabe lo que dijo realmente, digo yo! (¿tal vez hablaba de mi que, no sólo fui feliz un día, sino que lo sigo siendo?).
Antes de actuar, reflexiona documéntate, compara información, cuestiónala. No se trata de ser paranoico, se trata ser crítico.
Conozco un relato muy bonito, atribuido a Gabriel García Márquez, que nos alerta de lo peligroso que puede resultar «tragar» una profecía de forma acrítica.
Es un relato que ayuda a reflexionar acerca de la forma en que nuestros pensamientos, nuestros miedos, nuestras previsiones puedan convertirse en realidad.
Nostradamus. Sus profecías son famosas
En estos días, con lo de la crisis del coronavirus, pienso mucho en este relato y me pregunto si al final no acabará pasando algo así. Dios quiera que no.
«ALGO MUY GRAVE VA A SUCEDER EN ESTE PUEBLO» de Gabriel García Marquez
(Cuento contado por García Márquez en un congreso de escritores.)
Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.
Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
-Te apuesto un peso a que no la haces.
Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
-¿Y por qué es un tonto?
-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Entonces le dice su madre:
-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.
La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.
Entonces la vieja responde:
-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.
-Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
-Hay un pajarito en la plaza.
Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
-Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:
-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:
-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.