Optimismo inteligente: en un proceso selectivo por un trabajo quedaron tres candidatos. El examinador preguntó a los tres
-¿Qué te gustaría que dijeran en tu funeral?
-Yo quisiera -dijo el primero – que cuando muera, la gente me mire y me recuerde por algo grande que haya logrado en la vida.
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– Yo – contestó el segundo – quisiera que la gente me mirara y dijera: «Fue un gran hombre y mejor amigo».
– ¿Y usted – le preguntaron al tercero.
– A mí – dijo éste – me gustaría que me miraran y dijeran: «¡Uy, mirá, parece que se está moviendo!»
– Eso sí que es optimismo, la plaza es suya. – dijo el examinador.
Es cierto que el optimismo suele ser una característica personal muy bien valorada en el ámbito empresarial, pero ¿será realmente un elemento tan positivo?
En la vida pasan cosas, algunas buenas, otras malas y no cabe la menor duda de que tanto las unas como las otras les ocurren a optimistas y pesimistas por igual.
Con todo, el optimismo inteligente es rentable y puedo demostrarlo.
Rudolf Bilz metió en un barreño lleno de agua a un grupo de ratas de campo recién capturadas. Era un barreño lleno de agua, y tenía unas paredes lisas que no le permiten salir.
A los quince minutos de nadar y agotarse, en pleno desconcierto, las ratas mufieron a causa del stress.
Hay que saber que en circunstancias normales, este tipo de ratas pueden nadar, antes de ahogarse hasta 80 horas de forma ininterrumpida. La causa de la muerte de las ratas no fue el esfuerzo físico, sino solamente el miedo mortal ante una situación percibida como priva de salida.
Al otro día repitió el experimento con otras ratas del mismo tipo. Sin embargo, en esta ocasión, después de dejar a la rata en el agua por cinco minutos, le lanzó una tablilla por la que pudo trepar, alcanzando un blando nido.
Cuando al rato volvió a lanzar a esa misma rata, sin la tablilla salvadora, el animal no moría de stress. Aguantó nadando en el recipiente ochenta horas y mas como un verdadero campeón de resistencia, animado por la esperanza de que en algún momento se le vuelva a arrojar la tablilla salvadora. Esas ratas se habían convertido en otimista y el optimismo las mantuvo con vida. Las primeras, habían aprendido la indefensión/pesimismo y eso acortó su vida.
Además son numerosas las investigaciones que apuntan a que una actitud optimista mejora el pronóstico ante una enfermedad.
El experimento de los ratones demuestra no sólo que el optimismo/esperanza salvan vidas, sino que además es algo que se aprende.
