Tengo miedo: en otro artículo que publiqué en este blog hablaba del miedo explicando que es una emoción básica que adecuadamente manejada nos protege de posibles peligros.
Sin embargo, en nuestra cultura se hace mucho hincapié en las enseñanzas de tipo conceptuales y muy poca en la educación emocional.
Esa es, sin lugar a duda, una de las causas de que muchas (demasiadas) personas seamos analfabetos emocionales, con las consecuencias que esto tiene.
El miedo es posiblemente una de las emociones cuyo manejo puede resultar más difícil, produciendo frecuentemente ese «secuestro emocional» que bloquea nuestras capacidades de razonar y tomar decisiones.
Ante una persona que nos apunta con una pistola, a un oso, a un incendio, a un terremoto, tener miedo posiblemente nos salve la vida; aunque sea importante mantener cierta sangre fría para poder actuar de la forma más efectiva ante el peligro.
Saber reaccionar adecuadamente ante situaciones de peligro físico, marca la diferencia entre la vida y la muerte.
Pero, hay otra clase de miedo: el miedo psicólogo, no físico: el miedo a quedar mal, a hacer el ridículo, a sentirnos rechazados o no queridos, a equivocarnos.
Tengo que decir que, pese a tratarse de peligros objetivamente muy diferentes, desde el punto de vista experiencial no se observan diferencias. La sensación de pánico que algunas personas pueden experimentar si tienen que hablar en público, presentarse a una entrevista de trabajo, declarar su amor a otra persona es cualitativamente igual al que podemos sentir ante un león hambriento.
El no haber aprendido a manejar nuestro miedo es la causa por la que muchas personas no se atreven a realizar conductas que les permitirían alcanzar objetivos personales muy importantes.
La persona se imagina que si lo intenta las consecuencias serán catastróficas, aunque eso no sea cierto.
«Tengo miedo de que el miedo te eche un pulso y pueda más» canta Rossana en una de sus canciones y también yo tengo miedo, tengo miedo de que el miedo pueda contigo. Yo te pido que te permitas sentir ese miedo, pero no dejes nunca que sea el miedo a tomar tus decisiones.
Cierta osadía es indispensable para ser felices, para seguir adelante por nuestro camino cuando sabemos que, más allá del miedo, es nuestra mejor opción.
Un cuento sufi ya nos alertaba hace siglos de los riesgos que puede tener un manejo inadecuado de esta emoción.
Nasrudín y la Peste
Iba la Peste camino a Bagdad cuando se encontró con Nasrudín. Éste le preguntó:
— ¿Adónde vas? La Peste le contestó:
— A Bagdad, a matar a diez mil personas. Después de un tiempo, la Peste volvió a encontrarse con Nasrudín. Muy enojado, el mullah le dijo:
— Me mentiste. Dijiste que matarías a diez mil personas y mataste a cien mil. Y la Peste le respondió:
— Yo no mentí, maté a diez mil. El resto se murió de miedo.
Sé feliz, con miedo tal vez, pero feliz, querido amigo.
Carlo De Amicis
Psicólogo en Málaga
644363464
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