Al regresar

Siento la necesidad de escribir estas reflexiones desde una habitación del Hotel Umbria en Perugia.

Vine a visitar esta hermosa ciudad ayer, después de terminar mi camino desde el Santuario de la Verna hasta Asís: ha sido una peregrinaje en 10 intensas etapas, que comenzó el 18 de agosto.

Debo admitir que, a pesar del excelente estado de forma con el que inicié esta peregrinaje, el camino ha sido más duro de lo que imaginaba: más duro y más bonito.

Ha sido un camino de soledad y encuentros: me encontré con gente especial, me encontré con mi fragilidad, con el miedo de no poder, me encontré con el apoyo de gente generosa y con las ganas de no rendirme, me encontré con la belleza de la creación y la sonrisa benévola del creador, me encontré con páginas amarillentas de mi pasado y entendí que todo, absolutamente todo, tiene un sentido en mi vida y en el universo, entendí que no estoy solo.

En la sexta etapa tuve miedo de tener que abandonar el camino, debido a un dolor en el músculo tibial derecho que me ha acompañado durante todo el resto del recorrido: un dolor que me ha obligado a reducir el ritmo de la marcha y a hacer unos descansos más.

Las palabras no son suficientes para expresar las emociones que he sentido a lo largo del camino, ni la alegría que he experimentado cuando, acompañados por los compañeros de camino, entramos en la Basílica de San Francisco, en Asís: en el camino alguien caminaba más lento y alguien más rápido, pero en Asís nos esperamos todos para entrar juntos y compartir así ese momento que ninguno de nosotros olvidará.

Los momentos difíciles en la vida son inevitables, pero estoy seguro que cuando lleguen, el recuerdo de estos días nos dará la fuerza para mantener la esperanza, sabiendo que todo tiene sentido, y que la vida es maravillosa y perfecta incluso en esos momentos.

Gracias, gracias, y gracias